Iniciando un nuevo camino

En ROSENDO Y SUS MANOS se da un acontecimiento de importancia, la sequía del 42-43 en el Uruguay con un entramado histórico como fondo de las peripecias humanas. Se desarrolla en esta zona, abarcando Valentines, y  Nico Pérez-José Batlle y Ordóñez.
Grabado de Fernando Cabezudo, carátula: Villa.

Los hermanos protagonistas del relato,  luego de la emergencia escolar a causa de la sequía, entraron en la vida educativa en Batlle y Ordóñez, Nico Pérez, “Nico- Batlle”. La  Liberación de Francia, caída de Berlín, Paz mundial. Post guerra. Vida social, intelectual, deportiva, estudiantil. Lluvia de estrellas.

Éste es el contexto en el que se ambientará este blog. Al decir de Omar, Nico-Batlle  fue privilegiado en un tiempo en el que se desarrollaban aquí importantes aontecimientos culturales, donde los  jóvenes  pudieron absorver un cúmulo de experiencias que los enriquecieron y que marcaron su vida para siempre. Tal es su caso, como lo describe en estas palabras:

«Escribir sobre mi aldea por adopción, es desde el punto de vista sentimental, conceptual, de estímulos,  saldar una deuda de gratitud por lo vivido entre los años 46 y 50 en el viejo Nico Pérez o en el moderno Batlle y Ordóñez o el actual Nico –Batlle. En esos años entre deslumbramientos se decidió mi vida futura: mi vocación como docente, como escritor, como ciudadano, en la formación familiar.

Y el pueblo Nico Pérez pertenece a nuestro país, y vivió o vio vivir los tiempos históricos del mismo y por tanto aunque más no sea un eco de la del mundo en el entendido que no hay historia que no sea universal, tenía aunque joven,  su tradición

Este relato no es estrictamente personal y nostálgico, sino que trata de rescatar el pasado de un pueblo, en ese entramado que son las relaciones humanas con el sello de una determinada circunstancia, tiempo y lugar».

El Profesor Omar Moreira publica esta novela en 1976, la que será próximamente corregida y  republicada.

Los invitamos a acompañarnos en este camino que iniciamos,  para ir reconociendo juntos, la estela que dejaron en su paso por esta región, aquellos que nos precedieron en el tiempo.

Cristina Campelo

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26 de Mayo, Día del Libro

Mañana se conmemora un nuevo Día del Libro, y no podía faltar en esta página, que recoge los sentimientos  y  publicaciones de un escritor como Omar Moreira, la presentación del nuevo trabajo que está realizando: El Aviador y sus cronistas.

Un libro aún inédito, ya pronto para ser impreso, que se centra en un personaje de nuestra zona: Benito Mondo. Se trata de un cuento de unas 18 páginas, que relatan, con un hilo conductor, las peripecias de este aviador nacido en este pueblo, Batlle y Ordóñez, y que, al desatarse la 2ª Guerra Mundial, participó de misiones en varias regiones de Europa y África del Norte, regresando luego a su pueblo natal, lo que generó que transmitiera  entre sus amigos y familiares las experiencias vividas.

«El regreso de El Negro Mondo a su pueblo natal Batlle y Ordóñez-Nico Pérez, fue un suceso saludado por las diversas voces de los distintos sectores de la comunidad que simboliza un pueblo. Era; «el hijo de doña natividad llegó de la guerra»…»que estuvo en la batalla de Londres»…que lo condecoró el general Charles De Gaulle»…

Así se suma con su calidad de excelente piloto, a la vida de la región, participando de viajes muy pintorescos, trasladando enfermos o colaborando en acciones que tenían que ver todavía con los coletazos de la guerra, como era la presencia de judíos emigrados a estas latitudes por la persecución sufrida en Europa.

Aterrizajes forzosos, traslados increìbles, y la vida misma de Benito en el pueblo, en el Club Concordia o en estancias de la zona,son narrados por Omar,  que atrapa al lector, en especial a quien vive y  conoce los lugares donde se desarrollan las acciones.

Al  investigar este personaje, su historia,  surge este relato de ficción, que tiene como base  varias entrevistas realizadas a su hijo, y a familiares que aún residen en la localidad y en Montevideo. El relato aporta gran riqueza histórica, por los datos de la historia local que se mencionan.

Un nuevo personaje que se suma a nuestro acervo histórico, para continuar fortaleciendo los vínculos con el pasado, necesarios para continuar en el camino de revalorizar nuestra identidad local.

 

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El Molino Quemado

molino-quemadoEste nuevo libro de Omar Moreira, segunda edición actualizada,  se presentó el pasado viernes en el Liceo Daniel Armand Ugón de Colonia Valdense, en forma coordinada con la fundación Isabel Artus. Otro mojón en la trayectoria literaria de Omar, que trata de este edificio emblemático para la región, haciendo coincidir la presentación con  este fin de semana del Patrimonio.

Es de destacar que se filma una película con esta historia, a la cual Omar contribuye con sus vivencias e investigación. Podemos conocer más detalles en Facebook: Película Molino Quemado

Aquí más detalles de la presentación

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Los números de 2014

Los duendes de las estadísticas de WordPress.com prepararon un informe sobre el año 2014 de este blog.

Aquí hay un extracto:

Un teleférico de San Francisco puede contener 60 personas. Este blog fue visto por 1.800 veces en 2014. Si el blog fue un teleférico, se necesitarían alrededor de 30 viajes para llevar tantas personas.

Haz click para ver el reporte completo.

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Entrevista acerca de su nuevo libro «Los pata de perro»

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Entrevista de Nelson Caula por Radio Uruguay.

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Noticias actualizadas de Omar en Facebook

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El último libro de Omar Moreira

Para saber cómo adquirirlo, puedes visitar su espacio en Facebook: Omar Moreira Libros

 

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Postales: Liceales del año 1947

Esta fotografía rescatada por Omar, tiene 65 años.
Según los datos obtenidos, aparecen aquí, de izquierda a derecha, abajo Elena Núñez, ¿?, Beatriz Daher, Lidia Cancela.

Segunda fila, Walter Farah,Blanca Cavallero, Raquel Apter, Nancy Bacelo, Gladis Alzugaray.

Tercera fila, Latorre, ¿?, Toto Mota, Alvarez, Wilson Suarez, Juan Vicente Fuentes.

Un lindo recuerdo, que hoy comparte Omar,  de una época muy apreciada por ambos, con un bagaje cultural que marcó a su generación, y también de  grandes logros estudiantiles a nivel nacional e incluso internacional  en lo deportivo, como es el caso de estas deportistas que vemos en las fotos siguientes,  Perla Correa  y Nancy Bacelo (de pie, de izq. a der.) fotografiadas en este grupo que competía en representación del Liceo, ya nominado de José Batlle y Ordóñez. Abajo, Beatriz Daher en foto publicada por Semanario El Pueblo.

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Paseo estudiantil

Isabel Artús, directora del Liceo (a la izquierda de la foto) con un grupo de alumnos

La Asociación de Estudiantes culminaba el año liceal con un paseo estudiantil. Dado que tenía mucho de despedida  se preparaba con bastante antelación.

Concurrían estudiantes, algunos egresados, algunos padres y profesores.  Fidelidades del liceo.

Se realizaba en un viejo monte de eucaliptos con una suerte de casa abandonada casi del comienzo las sierras de Olimar Chico, Sierras de Chimbre luego de pasar el Boliche Quemado. Sobre la hoy Ruta 7.

Tiempos de abundancia: varios corderos asados, donados por amigos o padres de alumnos; olla podrida que invariablemente la dirigía Iman Nuñez, el bedel del liceo, con ayudantes. Las donaciones de ingredientes iban llegando por ofrecimiento o pedidos.

La música la integraba dos bandoneones Ariel Carnales y Madelino Núñez, – generosos en extremo-tocaban toda la tarde.

Las bebidas eran gratis para todos: refrescos, un  barril de cerveza llevado de Montevideo, conjuntamente con el hielo, en barra, resguardadas en largos cajones acolchonados en aserrín y sal.

La preparación le insumía a los organizadores eran varias jornadas imborrables, por el sinnúmero de detalles a tener en cuenta. Todos aquellos pormenores, los conocimientos, se transmitían a los que quedaban.

La preparación de la olla de podrida siempre exigía a una cuadrilla de voluntarios. Iman pasaba la receta: tanto de carne de cerdo, chorizos, garbanzos, porotos de manteca. Y lo importante: ¡los pollos! Era lo único que no se pedía. Se incautaban. Era un ritual mantenido en secreto. Los gurú llegaban de Montevideo: varios ex alumnos  expertos veteranos de otras guerras: Bebe, Juancito y El Niño Loco.

A los que se sabía que concurrirían al paseo se le confiscaba uno o dos pollos y alguna gallina, si no era que hubiera dejado algún gallo del que se querían desprender por tener más edad que el liceo.

La brigada expropiadora  salía y otros estaban en receptoría, en especial algunos de las casas  de los dirigentes más nuevos. No era extraño que de puro novato el receptor se viera forzado a perseguir a un pollo mal muerto, que más parecía un gallo, que se iba coc coc,  pechando la pared por 19 de Abril calle abajo.

Se decía que un experto en eso era Pepe Medina, el bibliotecario que de puro pierna salía a colaborar. Era un hombre jorobado que siempre andaba de bastón. Contaban que con el bastón golpeaba las patas de las gallinas hasta que sentía que se había subido a él, entonces, salía con el bichito al hombro para una muerte silenciosa que siempre era  la meta buscada.

Gran indignación tuvo José, el presidente de la Asociación, cuando entendiendo que su casa era sagrada, sin embargo contribuyó sin quererlo con dos pollos barataraces. Ya los había detectado un alumno de las clases particulares que daba su madre, una santa mujer, que nos perdonaba esas “faltas”,- así lo catalogaría seguramente el futuro hombre de derecho- siempre y cuando estudiáramos.

El NIño Loco quizá introdujo el surrealismo en el pueblo cuando miró un desgraciado pollo contra la luz del foco del medio de la calle, al exclamar:
– ¡Una bicicleta!.

Se decía que Niño Loco lo cargaba desde una noche que habían entrado a comer uvas del parral de un vecino, con el Negro, un compañero. La familia estaba reunida cenando y prolongaban la sobremesa. Para mayor comodidad el Negro se subió a los hombros de su compañero. Un racimo para vos uno para mí. Luego era dos para mí y uno para ti. El que sería desde ese momento Niño Loco, como castigo ejemplar, llevó al abusador hasta la ventana que tenía los postigos abiertos y lo mostró bien de modo que no se les despintara la comadreja ladrona de uvas.

Aquellos paseos estudiantiles tejían amores y también los destejían. Cantos, un tango sonando, miradas juveniles de ojos vivos, sonrientes o tristes. Un dolor dulce: aquí. Hacia el Sur

En aquel año 1951, con un dolor enorme partí hacia Montevideo desde Batlle y Ordóñez, en un coche motor ferroviario, al atardecer. ¡Qué tristeza de alejarse de aquel pueblo tan querido y querible! Y la imagen de mi madre y mis dos hermanos menores en el andén. Hoy me es inevitable recordar los versos de L. Falco de doña Pancha en el andén. Todas las estaciones tienen la imagen de las despedidas.

Para cursar bachillerato concurrí  como tantos otros jóvenes del Interior, al  IAVA Dejaba aquel mundo de lluvia de estrellas y entraba en el umbral de un tiempo de santos y diablos.

Me perdí en el mundo de unos 3000 estudiantes.

Omar Moreira

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Carnavales de antaño en Nico Batlle

Enilda, carnavalera ayer y hoy (carnaval 2011)

Los carnavales, en aquellos años de falsa prosperidad, se festejaban en todos los pueblos y las ciudades del interior por más pequeñas que fueran.

A Batlle y Ordóñez llegaban de todos alrededores muchachos y muchachas en busca de encuentros, de diversión, de amores. Los atraídos por el aire festivo, los bailes y corsos; aventuras de toda la semana.

Llegaban paisanos a caballo y a caballo se integraban a los corsos haciéndolos caracolear y atravesar sus cabalgaduras. Se extendían por dos las  dos cuadras de la calle Rivera y una de 25 de Mayo. Por los altoparlantes, la música y hasta el hartazgo: La raspa,

Se va  el caimán/ se va el caimná para Barranquilla…

En medio de papelitos, serpentinas, pomos de perfumes, matracas, agua. Aunque el juego de agua se hacía algún día de la semana en un lugar determinado.

A la tarde aquellos u otros jinetes competían en las carreras de sortijas frente a la plaza de deportes. Era esta una sobrevivencia de un deporte que se venía practicando desde hacía décadas en el campo. Para darle más emoción a la competencia se jugaban buen dinero a la puntería de uno u otro de los competidores, comprando boletos en las variadas ruedas de remates

Subían a la superficie alguna imagen aislada, propia  del pueblo.

Un viejo en un sulky, a media tarde, tocando un acordeón de doble hilera “bajaba” hacia el centro desde el barrio de Poncho Verde, que primero fue el barrio del Viejo Valerio el del poncho verde; luego se simplificó en Poncho Verde.

A paso lento ahora se detuvo frente al doctor Oscar Fernández Correa, que tomaba el fresco de la tarde en el banco de la vereda. Viejo el caballo, viejo el sulky, vieja la acordeón, viejos los pericones, vieja la careta, viejo el Viejo. Su caballo crinudo quedó adormilado mientras el viejo tocaba sentado en su carromato. El viejo había puesto una caretita, bajo la cual sobresalían sus bigotes reales, pero por el calor la había levantado hacia la frente. ¿Cuál era la  máscara?

Finalizado el concierto descendió un niño que lo acompañaba; sin embargo no desentonaba aquella presencia infantil. Una misma aura parecía el conjunto. Recibió un reconocimiento en dinero y de despedía y agradecimiento se iba con una ranchera. Al retornar en la marcha su mirada, sonriendo dejaba de ser la de un viejo.

Por allí también festejaba Cascarita, con su carro de mano usado para trasladar muebles o lo que fuera en su andar de siete oficios. Lo empujaba y el armatoste, adornado con hojas de palmera, con varios niños de la cuadra, era también escenario para “payasadas”, improvisaciones. Cascarita en sus estaciones en la esquina o en la mitad de la cuadra, a la vez que tocaba con su trompeta música culta en orquestación para dos instrumentos de viento. Pero igualmente variaba y alternaba con golpe de bombo.

Omar Moreira

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La vida popular: Cascarita y el Terráqueo

Imagen del carnaval 2010 en Nico Batlle

Cascarita el pregonero

Cascarita, Juan Manuel Benavides Quesada, un trashumante,  ancló en el pueblo de la mejor manera.

Llegó el circo con grandes camiones,   y levantaron la carpa en un terreno baldío. Grandes animales, caballos que bailaban, perros que jugaban a las cartas, acróbatas que se cambiaban de trapecios en el airee. Para los chicos –también los grandes- estaba los payasos. Eran cuatro muy simpáticos, bien vestidos, llamativos, decías chistes tontos pero los niños festejaban mucho porque siempre terminaban pegándose.

Cuando llegó la hora de marcharse el circo,  grande fue la sorpresa: no apareció Juan Manuel, el payaso. Los camiones ya se habían ido  de la calle de abajo.  Fue rodeado por los niños enseguida, hasta que se convencieron que había quedado en el pueblo,

Se le pegó el sello de Cascarita pues a pesar de nombres tan sonantes,  comenzó por vender maníes  con el hornito,  y descreído de toda solemnidad

se le vería en la puerta del cine, o en las esquinas del club Concordia, con aquel hornito echando humo por la delgada chimenea.

Este era uno de sus “siete oficios,  y catorce miserias” con las que vivió. Si tuvo nostalgia de su tierra, no se manifestó pues quedó en el pueblo hasta su muerte, y siendo  un viajero,  allí en aquel pueblo sin agua ancló. Decía que había recorrido muchos pueblos pero en ninguno había encontrado  tanta paz.

Maduro, retacón, fuerte, pecho prominente, larga barba rala, bordado de tatuajes,

Se incorporó a la vida del pueblo, era parte de su sal. Trabajando de carpintero, tapicero, oficios cercanos a los Perez Baile,  su vecino en el Corralón del Club Uruguay.

En los carnavales construía el tablado pero le daba el toque final Pérez Baile que era el artista. Gustador de los espectáculos, a su carrito de mano lo convertía en alegórico y lo llenaba de muchachos. Inventó animales con formas en hierro, utilizando niños voluntarios,  armando con ellos, cubiertos con cueros, una vaca o un caballo. Pero a muchos le daba por bellaquear y le desarmaban los animales.

Bohemio, descuidado en su persona, ingenioso y trabajador.

Anunciaba actos públicos o películas. Era un pregonero a toda conciencia. Un extraño al pueblo se sorprendería cuando oyera una obertura de Tanhauser en una corneta  como amplificador, al estilo de los circos.

Sabía cómo llegar a toda la población, deteniéndose en  las esquinas, alertaba a la gente o anunciaba con voz potente.

<<Hoy en el cine Uruguay, la gran película argentina Tierra de Fuego con Pedro López Lagar. No se la pierda>>

<<Hoy la conmovedora y tierna película mexicana La Diosa arrodillada, con la pareja estelar de María Félix y Arturo de Córdobas. No se lo pierda.>>

<<Esta noche el triste drama intitulado Dios se lo pague con Zully Moreno y Arturo de Córdoba… Señora, Señor, concurra usted>>

Luego de enterado aquel sector de la población, por medio de la calle, se corría a la otra esquina para un nuevo anuncio.

Pintoresco siempre se mimetizaba con el color, el olor, el sentir del pueblo, así se le fue la vida. Su velatorio se realizó en la Iglesia católica en cuerpo presente. Se lo merecía.

A los tres años viene una pareja de jóvenes y preguntan por el payaso del circo que allí quedó.

Eran sus sobrinos que querían llevárselo para que muriera en su tierra.

El Terráqueo

Se presentó al juez de paz, el profesor Washington Viñoles,  y  el “Turco” Jatar, integrante de la fuerte colonia sirio libanesa:

– Señor juez, quisiera que me diera permiso para apretarle un poquito el pescuezo al señor Terráqueo.

Completaba con el gesto correspondiente de sus manazas, los visajes de la cara.

El Terráqueo, uno de esos personajes – aparentemente su apellido era Argimon de Melo-, zapatero, le alquilaba una pieza a Jatar. De tan anarco se firmaba y hacia nombrar El Terráqueo.

Eso creaba problemas. Uno fue en el momento de la demanda del dueño del local, al dejar de pagar el alquiler.

Como insistiera en el permiso el juez le dijo:

– Ese ya es problema de la justicia le contestó

Como El Terráqueo no respondía a las intimaciones del juez, intervino  el comisario.
El Terráqueo puso un letrero hacia la calle

“Queridos clientes
El comisario me planteó que lo tengo con las pelotas llenas porque no pago el alquiler.”

Al enterarse el comisario vino y le dijo que sacara aquellas palabras ofensivas.

El zapatero dejó el mismo cartel y puso una cruz sobre la tal palabra  escribiendo “Censurado por el comisario”

Omar Moreira

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La Galleta Fútbol Club

El club de La Galleta había surgido con el propósito de hacer relaciones públicas, de visitar a pueblos vecinos, en partido amistosos: Se entendió que un buen ceremonial consistía llevar una enorme galleta marina para entregar  al capitán del cuadro contendor, en medio de la cancha.

 Nos inauguramos en Zapicán en la cancha de Sacachispas. Cancha difícil. Desde uno de los arcos se veía la mitad  del otro por el lomo que existía en medio.

En .homenaje al cuadro “dueño de casa” la galleta se entregaría en el medio de la cancha portada por dos delegados culturales: Rogelio y el Pololo.

Al comienzo del encuentro los delegados no se encontraban. Estaban confraternizando en un boliche con unos amigos. Cuando se hicieron presentes La Galleta perdía dos a cero.

Quedaron al borde de la cancha sin saber qué hacer, qué misión cumplir.

Al primer lesionado entraron los delegados culturales aduciendo que se les había lesionado un “bueycito”. Desde entonces cargó el golero –el lesionado-  el apodo de “Guey”. Entraron a destiempo y cuando llegaron el lesionado ya se integraba al juego. Retornaron a sus puestos sobre la línea con el mejor paso que encontraron, muy dignos, mientras el juez esperaba impaciente para recomenzar el juego. Parecía una invasión de la cancha. El público rechiflaba y alguno gritó lo que todos pensaban:

– Que se vayan a dormir la mona.

Excesivamente ceremoniosos, gestuales, agradecían.

El confraternizar gustó, pero también el goce llevó, a integrar la liga de fútbol y jugar el campeonato.

En el parque Alzaga, donde estuviera el viejo cuartel, frente al cementerio, ahora jugaba La Galleta e Independiente.

Integración de La Galleta de acuerdo al alias: El Guey, Cotorra y Chato; Mocho, Lechón, el Cota; El Valija, Pololo, Dodo, Criollo y Pelado. Zaga, línea media y delantera como en la vieja escuela.

Al Pelado, uno de los jugadores más inteligentes, hábiles, – lo demostró en los campeonatos del Este-, se la salía la rodilla, le daban  unos golpecitos y proseguía corriendo como si nada hubiese ocurrido. Jugaba con una boina blanca a lo Severino y parecía viejo sin serlo  pues en efecto era totalmente calvo. Hizo esa tarde los tres goles con los que iba ganando La Galleta a Independiente. El golero víctima era el maestro Saturno.

En los últimos minutos cedió corner Independiente y  allá fue el Pelado a ejecutarlo. Estaba al lado del público, apenas separado por un alambrado bajo.

El presidente de Independiente, enceguecido de rabia, le gritó, mejor, le dijo pues estaba allí nomás, entre el público:

-¡Más atrás… más atrás!-, como si de eso dependiera la suerte de su cuadro.

El Pelado, se dio vuelta, lo miró, a tres pasos y le replicó con aquella risita serena:

-Los de afuera son de palo.

El presidente se sintió abofeteado ante el público y reaccionó descontrolado:

-Te voy a dar piripicho de …- a la vez que abría el saco de su traje negro buscando el revólver 38 que tenía en la cintura.

Se produjo un gran revuelo:

– ¡Atajen! ¡Atajen!

– ¡Piripicho! Oigale al duro.

– ¡Atienda don Juan! No se va a ensuciar por eso.

Estaba allá vigilante doña Cándida con sus negritas para jugarse la ropa por la Galleta, como que en su casa se festejaban muy a menudo triunfos y derrotas.

Vino el córner que impulsado por el viento está punto de convertirse en gol olímpico. Si esto hubiera ocurrido Saturno habría regresado al Tala de donde procedía, humillado en extremo.

Pitó el final el Terciopelo, juez de veras. Era seguro que el día del partido, solo si tomaba alguna, era para asentar el pulso. Era garantía de solvencia, ecuanimidad y una extraña autoridad  para un hombre bebedor. Borracho lindo, con estilo. Ebrio de boliche, mientras su hermano El Duque, hombre de club, con estilo también pero en otro ámbito, el propio para el juego del billar y las cartas.

Omar Moreira

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